22 de enero de 2016

Planes [Yoko y Kannen]

*Historia de Yoko y Kannen*
/ continuación de Sueños difíciles de cumplir /

Mark cerró la puerta del apartamento y se quedó mirando a su amigo mientras dejaba sus cosas en el perchero. Kannen había perdido peso y cada día tenía las ojeras más y más oscuras.
- Deberías salir a que te diera el aire - Mark se acercó a Kannen, que miraba por la ventana como si esperara que algo ocurriera - en vez de pasarte los días observando el paisaje detrás del cristal.
Kannen se giró para mirar a su amigo y acto seguido se hizo un ovillo en el sofá como si de un gato se tratase.
- No puedes seguir en este plan - dijo Mark soltando un bufido - una de dos, o admites que la has perdido para siempre y sigues adelante, o vas corriendo a reconquistarla.
Kannen levantó levemente la cabeza, como si fuese a decir algo, pero no dijo nada.
- Todavía tienes pasta ahorrada de nuestro último bolo, no? - continuó Mark, decidido a ayudar a su amigo - Pues compras un billete de ida, te presentas con un ramo de flores y ¡zas!
El silencio fue su respuesta. Mark meneó la cabeza de un lado a otro en signo de desaprobación y continuó preparándose un sándwich.
- ¿Presentarme allí, sin más? - dijo Kannen en voz baja cuando Mark estaba a punto de meterle el primer mordisco a su sándwich. - Pero, eso no puede funcionar.
- ¿Cómo? - Mark masticó con prisas, tragó y entonces continuó - ¡claro que puede funcionar! Dime, ¿cuál fue el problema desde un principio?
- Que yo no me fuera con ella - contestó Kannen mientras se giraba hacia su amigo lentamente.
- ¿Pues entonces? - respondió Mark emocionado - si te vas con ella, ¡problema resuelto!
Kannen no acababa de ver clara esa solución. Por mucho que tuviese lógica para Mark, estaba el inconveniente de que ahora Yoko estaba más que enfadada con Kannen por no haberse ido con él desde un principio. Ni siquiera quería hablar con él por teléfono, ¿por qué iba a querer verle en persona? Por otro lado, no había nada que le atara ya a Londres. Había perdido las ganas por vivir y lo que un día había sido un inconveniente para irse, hoy no era más que un recuerdo del pasado.
Kannen se dio cuenta de que tenía mucho más ahorrado que el dinero de su último bolo, llevaba años ahorrando parte de su sueldo por si se le presentaba cualquier emergencia, por lo que podría comprar un billete de vuelta en caso de que Yoko lo rechazara con ahínco.

El joven se levantó torpemente del sofá, respiró hondo y cogió el portátil de su amigo para buscar billetes en oferta. Mark lo observó incrédulo, ya que llevaba meses deprimido y no podía creer que por fin hubiese dado con la clave para animarlo.

Después de varias horas, Kannen compró el billete y se dirigió a su cuarto a recoger sus cosas. Mark, perplejo, pausó el videojuego al que estaba jugando y cogió el portátil para ver la fecha. El billete era para la mañana siguiente.
- ¡Ey! Tío, ¿y qué pasa con el curro? - dijo Mark un poco preocupado.
- Le acabo de mandar un mensaje a mi jefe diciéndole que estoy enfermo - dijo Kannen desde su habitación - no me echará de menos por lo menos hasta que le llegue mi carta de dimisión, en caso de que el plan funcione.
Mark observó a su amigo mientras metía sus cosas en la mochila y no supo qué decir. De repente se dio cuenta de que le podría decir adiós para siempre y también, de que tendría que buscarse un nuevo compañero de piso.

Por la mañana, Mark llevó a su amigo al aeropuerto y le deseó buena suerte.
- Mándame un mensaje para contarme qué tal te ha ido - dijo Mark mientras le pasaba la mochila a Kannen - ¿te has apuntado la dirección de Yoko?
- Si, gracias - Yoko no le había dado su dirección a Kannen por despecho, pero si se vio obligada a pasársela a Mark, ya que éste tenía que enviarle algunas de sus pertenencias por correo. - Solo espero que no se haya mudado y no te lo haya dicho.

En el avión, Kannen empezó a ponerse nervioso. Era una verdadera locura lo que estaba haciendo. Ni siquiera estaba seguro de cómo iba a llegar del aeropuerto hasta la casa de Yoko. No había tenido tiempo de mirarse mapas, ni sabía si el aeropuerto al que iba a llegar estaba cerca o lejos. Tampoco se había parado a pensar si su móvil iba a funcionar al llegar o si la gente le iba a entender. Se iba a un lugar del que apenas sabía nada, en busca de la mujer de su vida.

/ siguiente capítulo: Reencuentro /

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